El determinismo como deidad
Antes de nada, partimos de un hecho: no soy creyente. Dese pequeño he estado rodeado de influencias religiosas por todas partes: en mi familia, mi colegio, sociedad... Por esa razón estoy tanto bautizado como comulgado, claro que todo esto ha ocurrido a expensas de mi conciencia y conocimiento. Ahora puedo hablar como una persona consciente de lo que dice y opina, quien puede analizar por su propia cuenta todo lo que rodea y tomar la decisión sobre el "qué" creer o "qué" no creer.
Por esa razón puedo afirmar rotundamente: no soy creyente, ni cristiano, ni judío ni islámico. Si bien no puedo negar la existencia de ningún ser superior (no tengo pruebas para ello, al igual que no existen pruebas para demostrar la misma), no veo coherente centrar mi fe en unas palabras que muchas veces resultan una controversia en comparación a los órganos que las defienden (véase el vaticano, por ejemplo). ¿Defiendes la humildad? ¿Dices ser semejante al resto de tus "hermanos"? ¿Por qué te bañas entonces en oro cuando tus "semejantes" mueren de hambre y desgracia? ¿Qué razón puede entonces tener una jerarquía prolongada durante milenios? Y toda esa serie de sandeces: contra la mujer, contra el aborto, contra la libertad de cada uno... ¿De verdad cree en eso gente que peca de hipocresía? Nadie es santo, ciertamente, pero ellos dicen serlo y quieren dar esa imagen. Cuando usas tu "cara bonita" para pasear por las calles de una ciudad para ver a tus "fieles seguidores" y ganas millonadas simplemente agitando la mano, no es que seas "la persona más humilde del mundo", digo yo. ¿Y estas personas representan el legado de un personaje que vivió en la pobreza, en la humildad, en la bondad, y acabó siendo condenado por esas mismas personas a las que él defendía? ¿Dónde está la coherencia? ¿Dónde queda ese "algo" en el que creer?
Independientemente de que los hechos narrados por los libros sagrados de cada religión resulten fantásticos y difíciles de creer para una razón mínimamente lógica, ese no es el centro de mi desacreditación hacia la religión, si no en sí la sociedad que la defiende. La religión defiende en muchos casos la ignorancia, la inocencia y una ilusión de un mundo muy diferente a aquel en el que vivimos. No estamos en una época muy dada para guiarnos por la fe... estamos en unos días en los que nuestros actos son mucho más importantes que nuestras creencias, y por ende nuestra realidad va más allá de toda religión posible. No puedo evitar traer a mi mente una escena de cierto libró (de ficción): Carrie, de Stephen King. La protagonista de la historia es una chica de diecisiete años que tiene la menstruación por primera vez en medio de su clase de gimnasia, en el instituto (cuando estaba con sus compañeras en las duchas). La niña, que no tenía ni la más mínima idea de lo que le estaba pasando (pues no le habían contado nada sobre ello), creía que estaba muriendo desangrada, y tuvo que sufrir un ataque de histeria entre el baño de compresas que sus compañeras le estaban señalando. Esa misma tarde, cuando enfrentó a su madre por no haberle contado nada sobre esto, lo que esta hizo fue encerrarla en un armario para que rezara por haber pecado y recibido "la maldición de la sangre", descrita así en las sagradas escrituras. Obviamente, este es el comportamiento, llevado a la exageración máxima, de una fanática religiosa, y además creada a nivel ficticio. Pero aun así no dudo en que hayan existido casos semejantes, o más salvajes que estos incluso.
Y bien, de ahí sale mi reflexión. A pesar de todo lo que diga, las personas solemos buscar un "algo" que esté por encima de todo. Algo que nos ayude a explicar el porqué de muchas cosas. ¿Por qué he nacido en España? ¿Por qué somos humanos y no animales? ¿Por qué existe la vida? ¿Por qué mañana tenemos que ir a estudiar? Todo se puede responder con una sola palabra, la cuál toma en mi boca el mismo papel que el dios cristiano al que ya muchos adoran: determinismo. Cada cosa que pasa, cada acontecimiento, está determinado por un "algo", que ya lo había escrito (que pasaría así),y ese algo tiene nombre, por supuesto, se llama destino.
El destino es precisamente la imagen de aquello que todo lo controla, todo lo crea y todo lo destruye. La muerte, la vida, la existencia en si... todo es parte del destino. Desde el mismo momento en el que nacemos nuestra vida está escrita, al igual que la muerte. Ahora me diréis: Pero nosotros podemos decidir nuestros actos, nosotros podemos cambiar nuestro destino prescrito... error. El destino es como un árbol con infinidad de ramificaciones. Cada una de esas ramificaciones es una decisión que tomas, la cual te lleva a un camino diferente al que estabas tomando por el momento, pero esa misma ramificación vuelve a convertirse en un tronco nuevo con sus pertinentes ramas. Cada rama es una decisión posible, y existe una para cada una de las posibilidades que existan... para cada uno de los caminos que podamos tomar. Todo ello está predeterminado, por muy complejo e imposible que parezca. Mi camino me lleva ahora a estar escribiendo esto, gracias a que soy una persona pensadora y que se cuestiona mil y una veces sobre las cosas, al igual que me llevará mañana a ir a la universidad... pero por ejemplo, si yo a partir de mañana me convirtiera en un "gamberro" y tomara la decisión de saltarme las clases cuando me viniera en gana, saltar la valla y huir... simplemente estaría tomando un nuevo camino que me llevaría a un futuro diferente al que ya tenía.
Ahora bien, ¿En qué se basan las decisiones tomadas por el determinismo? Es decir, ¿Cuál es esa "fórmula matemática" que ha escrito nuestro pasado, presente y futuro? Yo la llamo "la segunda cara de la moneda", y a su vez le doy el nombre de "azar". Es irónico, ¿No lo creéis? Todo está determinado, pero a su vez está determinado por una aleatoriedad del todo desinteresada. Podríamos ver determinismo y aleatoriedad como antónimos: todo está determinado y todo es variable. Sin embargo, cuando la variabilidad ha escrito nuestros caminos y los ha dejado sellados para el futuro los dos términos se vuelven uno solo. ¿Por qué creo en esto? Responderé a esta pregunta retórica con otras preguntas: ¿Por qué he nacido en España? ¿Por qué no soy un habitante de un país africano subdesarrollado? ¿Por qué tengo unos padres que me pueden permitir vivir en relativa comodidad? ¿Por qué no soy uno de esos niños soldados que obligan a disparar contra sus padres? ¿Por qué soy moralista y no escéptico, indiferente y apático al respecto de cualquier tema que se me ofrezca? Todo ello son posibilidades de cómo podría haber existido, cómo podría haber sido mi vida, pero no son más que eso: posibilidades que se pueden plantear frente a mí como antiguas opciones. Y ahora podemos decir: yo puedo cambiar a lo largo de la vida y tomar esa nuevas opciones, convertirme en otra persona. Mas bien, ¿Quién me dice que eso no era algo que ya estuviera predefinido? Recuerdo a cierto genio maligno convocado por Reneé Descartes que movía sus hilos desde lo más alto de los cielos y cambiaba el desarrollo de los acontecimientos a su gusto y decisión. Podéis ver aquello a lo que refiero como algo parecido a eso.
Yo creo en esta realidad... yo creo en el destino, en efecto. Cuidado, esto no quiere decir que nosotros no tengamos una decisión propia sobre los pasos que seguir... el destino nos ofrece determinadas posibilidades, determinados caminos que ya nos llevarán a algún lado a otro, pero somos nosotros los que decidimos por cuál seguir. Todo está premeditado, que yo tienda a la escritura y a la filosofía, a la psicología o a la sociología, que tenga los amigos que tengo, que sea como soy... todo ello tiene un porqué, y la razón es porqué el destino así lo ha decidido. Creo en el determinismo, esa es mi guía y mi base, la de mis palabras. Si algo tiene que pasar... pasará. Si luchamos contra ello es porqué está escrito que lo hagamos... si vencemos en la lucha es porqué ya estaba premeditado, y si no lo hacemos también. Todo conforma un ciclo vicioso de un camino que andamos, el de nuestra vida.
David Catalán Sebastiá - Derecho y Periodismo