Belén Santa Cruz Díez Economía-Periodismo
Danza, una de las palabras más bonitas que puedo escribir y leer.
Una palabra que con tan solo escucharla me hace feliz y me lleva a un mundo de
belleza, esfuerzo, disciplina, libertad y desarrollo personal. Un término que
nada se valora, mucho se critica y nada se entiende. Afortunadamente, la danza
entró en mi vida, me secuestró y nunca me dejará escapar. Algo que no me
importa, sino que agradezco eternamente. Algunos dirían que eso es el síndrome de Estocolmo, es decir, el amor por el secuestrador. Si, la danza ha sido el
secuestrador de mi persona y yo le estaré eternamente agradecida. Me atrapó, me
cautivó y, sobre todo, me ayudó a mejorar como persona.
Por estos motivos quiero dedicar esta entrada a una de las grandes
artes que existe desde que el hombre es hombre. A la disciplina que te lleva de
la felicidad a las lágrimas, del dolor a la relajación, de la rendición a la
superación. Sentimientos que se pueden experimentar de muchas maneras pero que
la danza intensifica y, os aseguro, que
los hace mucho mejores de lo que ya de por sí son los sentimientos humanos. Y
lo sé porque todavía me acuerdo del día en que me puse mis primeras zapatillas
de ballet. Un gesto simple que me hizo sonreír y que, aunque hayan pasado
quince años, nunca olvidaré esa sensación de ilusión, novedad y miedo. Pocas
cosas en la vida se recuerdan con tanta nitidez; solo las importantes. Por
ello, os animo a que descubráis este mundo de libertad y expresión que te aleja
de la realidad para volver a ella llena de energía y fuerza.
Qué mejor que una definición simple pero precisa de los que es
bailar. La danza es arte. Una disciplina en la que el movimiento del cuerpo se
convierte en expresión, sentimientos e información. La danza, y queriendo
recalcar este aspecto dada nuestra vocación periodística, es una forma de
comunicación no verbal a través del cuerpo, de la expresión, de la tensión
corporal…Un conjunto de factores que convierten al bailarín en un comunicador,
en un contador de historias
Muchas personas no ven en la danza más que simples movimientos o,
como mucho, “saltarines” y chicas
“elásticas” contando clásicos como La Bella Durmiente o El lago de los cisnes.
Una pena si interpretamos así la danza. Me gustará ir más allá, es más, debemos
alejarnos de esa triste y simple concepción de la danza.
-¿ Qué tipo de danza prefieres? , me preguntó
-El ballet, sin duda alguna
-Oh, tutús, dulzura, suavidad…
-Eso no es danza- respondí
Y esa es siempre mi respuesta cada vez que me encuentro en esta
situación. Porque es el principal problema que abarca este arte: el no entender
su dimensión y profundidad llevan a una visión superficial y populachera del
mismo. Identificar el ballet con suavidad ya es, de por sí, una incoherencia.
Una disciplina que exige un entrenamiento de años, desde pequeños, y la
renuncia a otro tipo de actividades puede ser de todo menos suave. Como el más
duro de los deportes, cada músculo se entrena a la perfección. Cada movimiento
debe ser exacto, preciso, sin una mínima posibilidad de error.
Una persona, cuando se dedica a la danza, lo último que busca es
aprender a mover su cuerpo o a contar una historia con él. Es ahí donde quería
llegar: el fin explícito de la danza puede ser el movimiento corporal bello y
preciso, pero el fin implícito es mucho más amplio y, sobre todo, reside en la
personalidad de cada individuo. Para alguien puede ser expresar rabia, para
otro gritar a quienes nunca le escuchan
o, por ejemplo, evadirse de la cruda realidad. Es este fin implícito el que
debemos, y os invito a todos a que lo intentéis, descubrir. Porque no sirve con
ir a bailar y aprenderse los pasos o ir a una teatro y entender la historia que
cuentan esos grandes bailarines que tan raros movimientos hacen. Hay que
superar esa barrera. Dejarse llevar por cada movimiento y ver en él alegría,
tristeza, debilidad, fortaleza. Ver expresión, sentimientos, informaciones
indirectas. Lo mismo si ves danza como si la practicas. Porque hay que dejar
que el cuerpo se convierta en la “boca que todo lo dice”.
Hagamos, pues, un repaso por la fascinante historia de este arte:
El
ballet surgió hacia el siglo XV como una práctica cortesana y de
entretenimiento para la realeza. El pueblo también fue introduciéndose poco a
poco en ese espectáculo y dejándose cautivar por él. Sin embargo, este hecho
contrasta con la realidad actual en la que el ballet ha quedado bastante
alejado del pueblo. En esa etapa renacentista esta danza también se empleó como
una forma de expresión para los ciudadanos de una manera indirecta, de tal
forma que no pudieran ser acusados de herejía. Es por ello que el ballet fue,
durante años, perseguido por la Iglesia.
Fue
en Francia, en el siglo XVIII, cuando el ballet vivió su máximo desarrollo.
Unos años en los que se crearon los manuales prácticos de esta danza que debe
seguir, estrictamente, unas colocaciones y movimientos determinados. Se creó
una técnica perfecta que explotara al máximo las posibilidades del cuerpo
humano, dando siempre un margen de posibilidad de mejora. En esta etapa, de
hecho, el ballet se consideraba unos de los elementos más importantes para la
educación de los jóvenes.
Se
puede observar una gran evolución de la danza clásica desde estos ballet más
cortesanos, de orientación teatral dirigidos al público, hasta los grandes
ballet rusos del siglo XX, con Marius Petipa como referente principal. Desde
esos momentos, el ballet pasó a ser un espectáculo que buscaba la perfección,
la belleza y una escenografía en manos de la técnica de los bailarines. Fue el
siglo de los grandes ballets como El lago de los cisnes y Cascanueces.
Con estos ballets de Petipa y Diaghilev apareció el ballet moderno. Supuso
el resurgir de la figura masculina que había sido olvidada, se amplió la
capacidad de movimiento con un uso más libre del cuerpo y se concedió más
importancia al bailarín como medio de expresividad y emoción. Así, aunque la
técnica sigue siendo lo más importante, el ballet incorpora la emotividad y la
expresividad propia de otras danzas como es la danza contemporánea del siglo XX
o ya las actuales danzas modernas como el hip-hop.
Durante
los años 40 se fundaron en Nueva York dos grandes compañías de ballet que han
sentado las bases de lo que es, en la actualidad, toda la danza, tanto la
clásica como la moderna: el American Ballet y el New York City Ballet. En los
años 50, las compañías rusas (la del teatro Bolshói y el teatro Kírov, por
ejemplo) hicieron por primera vez representaciones en Occidente.
Primer bailarín de la compañía de Víctor Ullate |
En
España hay que destacar la figura de Víctor Ullate, quien fue director del
Ballet Nacional de España en 1979 y de Maia Plisiétskaia, directora artística
del Ballet Lírico Nacional. Además, Nacho Duato, como director artístico de la
Compañía Nacional en 1990, favoreció un cambio innovador en la historia de la
compañía, adaptándola a esa nueva liberación del ballet que mencionaba con
anterioridad y que la aproxima más a la danza contemporánea.
Por
último, me gustaría resaltar el “Ballet Nacional de Cuba”, fundado y dirigido
por Alicia Alonso (de la que dejo un fragmento de una entrevista a continuación) y que, desde mi más humilde opinión es, en la actualidad, el
mejor ballet del mundo con bailarines que aúnan la precisión técnica rusa con
la expresividad y sentimiento norteamericanos. Una combinación explosiva que ha
llevado al ballet cubano a lo más alto.
Alicia Alonso posando como primera bailarina |
He
querido centrarme en el ballet porque considero que es el mejor ejemplo de lo
que es la danza. Pero también es cierto que, en la actualidad, la disciplina
que cumple con una función claramente expresiva es la danza contemporánea. Una
danza realmente incomprendida en muchos aspectos, si bien es verdad que sus
coreógrafos suelen ser bastante abstractos y dejan que sea la mente del
espectador la que construya el significado de su obra.
Ahí
reside lo bonito de la danza: la emoción que un bailarín transmite con su
cuerpo es algo íntimo y personal pero que, a la vez, lleva al espectador a un
mundo de emociones que él mismo decide cuáles van a ser.
Un
aspecto importante de la danza es que es un arte tan heterogéneo y diverso que
permite a cualquier persona sentirse identificada. Hay estilos para todos los
gustos o para todas las necesidades físicas o psicológicas. Éstos son los
principales estilos de danza:
Danza Clásica o Ballet |
Danza española o flamenco |
Contemporáneo |
Danzas de salón |
Breakdance |
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