domingo, 3 de marzo de 2013

Los videojuegos en el ámbito educativo

El mundo del material audiovisual está en pleno auge, como todos sabemos, ya sea como medio interactivo, educativo, empresarial o simplemente ocioso. Es un hecho innegable que las nuevas tecnologías y los avances que tenemos diariamente en todas ellas nos abren cada vez  más y más posibilidades, caminos, para conseguir alcanzar un objetivo que en otro tiempo podría haber estado mucho más limitado. Por ejemplo, antiguamente solo existían pruebas de memoria, estudio y esfuerzo para que un niño aprendiera a sumar, a multiplicar u obtener cualquier otro conocimiento básico, sin embargo en los tiempos que se nos presentan es evidente que, si bien siguen siendo métodos perfectamente aplicables y vigentes en nuestro sistema educativo, quizá han quedado un poco desfasados.

Los estudios han demostrado que la atención de un niño, o de cualquier persona, está totalmente ligada al interés que despierte en él el tema que se esté tratando en cuestión. Lo que quiere decir, es posible que si un chico o una chica de  siete años está en clase mientras su profesora empieza a hacer sumas y restas en la pizarra para que las copien y resuelvan, desconecte en cuestión de unos minutos. Sin embargo, ahora existe la posibilidad de tratar este tipo de temas desde distintos puntos de vista, volviendo atractivo algo que desde un primer punto de vista podría no haberlo parecido. Por ejemplo, con videojuegos especialmente dedicados al aprendizaje de matemáticas básicas, o cualquier otra materia a cualquier otro nivel enfocado hacia otra persona determinada. Es un hecho que de por sí la predisposición que se recibe por parte de alguien al ofrecérsele probar con un juego interactivo como medio de aprendizaje es bastamente mayor a la que podría ofrecerse de otro modo. Todo ello se debe a juegos psicológicos, a modos de presentar las materias y ofrecer “entretenimiento” a cambio de aprendizaje en lugar de “arduo esfuerzo y estudio”. Cuál de los dos medios acaba siendo más efectivo aun en nuestros días es algo totalmente discutible.

Los videojuegos son un tema controvertido, muchos los tachan de poco saludables y adecuados para los infantes, jóvenes e incluso los adolescentes o adultos, pero año a año, si bien se han reforzado en determinados casos estas posturas, también cabe decir que se ha demostrado que “la moneda no tiene una sola cara”, no solo hay un punto de vista posible al respecto. Alegatos por parte de estudiosos del tema dicen que “la violencia y la sangre en distintos videojuegos pueden ser mal influyentes para aquellos que los juegan”. Es obvio que la influencia que tengan o no tengan tales juegos sobre sus jugadores es relativa dependiendo de la persona, su personalidad y su forma de enfrentar a la realidad; mas de cualquier modo, dejando la controversia sobre el tema en el sentido, no todos los videojuegos tienen el mismo efecto, pues tampoco todos poseen un mismo contenido. También hay algunos que critican aquellos juegos que “excluyen a sus jugadores de la sociedad y les hace evadir la realidad que les rodea”. De nuevo tomamos la misma respuesta ante tal acusación: si una persona no sabe cuando empezar a jugar y cuándo parar, es su problema mental y psíquico, no el del juego que le entretiene en sí. El balance satisfacción/deseo-deber es algo que depende de cada uno de nosotros y de nuestra fuerza de voluntad.

Los videojuegos como un medio de aprendizaje, tal y como he expuesto anteriormente, nos dan diariamente más y más posibilidades diariamente de hacer que un duro trabajo se convierta en algo más ameno y fácil de confrontar. Si bien se puede aceptar que los videojuegos pueden poseer supuestos efectos nocivos o dañinos sobre una persona, también es lógico suponer que es posible que también se dé el caso contrario. Todo depende del contenido y el control que se mantenga sobre un juego. En la última década, sobre todo, se han desarrollado diversos juegos de entretenimiento en diversas plataformas (últimamente, en cualquiera, aunque especialmente se ha hecho en las portables (Nintendo DS, PSP, Game Boy…)), por lo que podríamos afirmar que las apuestas del mercado sobre este tipo de juegos son crecientes, y si lo son la razón evidente es porque la demanda de tales videoconsolas y videojuegos van en aumento.


Eso sí, si bien personalmente creo que este camino hacia el aprendizaje puede ser algo beneficioso a nivel de interés y facilidad, cuando veo títulos como “Imagina ser mamá”, “imagina ser cocinera”, “imagina ser veterinaria”… sinceramente, no sé lo que pensar, si simplemente es un modo de internar al niño en un futuro relativo y otro o simplemente es una burla del mercado a esas ansias de las criaturas a crecer antes de tiempo. En cualquier caso, encuentro totalmente dispensables toda esta sarta de títulos que de instructivos tienen poco más que lo que puedas aprender leyendo el texto de su contraportada. Sin embargo, quizá si apostáramos por uno de esos primeros títulos que salieron hace ya sus años, como el reconocido “Brain training”, mi opinión sería totalmente diferente, pues yo mismo disfruté gratamente con este tipo de juegos y, aun recordándolo hoy, me parecen de lo más aprovechables.

Me pregunto yo: si podemos enseñar matemáticas, lengua o cualquier otra materia usando lo audiovisual como método, ¿No sería también práctico enseñar a los niños un sistema de valores (morales-éticos) básico así mismo? O incluso conocimientos básicos para la inclusión en el mundo real del que algunos personajes están tan ansiosos por excluirnos y dejarnos en un estado de somnolencia/inconsciencia/ignorancia tan avanzado. Quizá si no nos informamos y estudiamos nuestro mundo por propia voluntad, deberíamos tratar de volver a esa época de niños y aprender sobre política, ética o economía de este modo, para aprovechar más nuestro propio conocimiento y depender de otros menos.

Espero se note el acento sarcástico, pues creo que si bien un “aliciente” es bueno para los niños, los adultos habríamos ya de solventarnos en el día a día sin estos. Tampoco está mal de vez en cuando enfrentarnos con ese gran desconocido llamado “esfuerzo”.

Catalán Sebastiá, David - Derecho y Periodismo

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