sábado, 9 de marzo de 2013


LA FILOSOFÍA PLATÓNICA

El proyecto de una comunidad perfecta en que el individuo encuentra su perfecta formación se funda en un principio que constituye la directriz de toda la filosofía platónica: los filósofos deben ser quienes gobiernen la ciudad porque, de lo contrario, es imposible que cesen los males, tanto de la ciudad como del género humano.
 
 
 
La constitución de una comunidad política gobernada por filósofos plantea a Platón dos preguntas fundamentales: ¿Cuál es el fundamento de tal comunidad? ¿Quiénes son propiamente los filósofos?

A la primera pregunta contesta que la justicia es la condición fundamental del nacimiento de la vida del Estado; a la segunda que un filósofo es aquel quien ama el conocimiento en su totalidad.

Platón considera que el Estado debe estar constituido por tres clases: los gobernantes, cuya virtud es la prudencia, los guardianes o guerreros, cuya virtud es la fortaleza, y los productores, cuya virtud es la templanza. La justicia comprende estas tres virtudes y se realiza cuando cada ciudadano se atiene a la tarea que le es propia y le corresponde: al gobernante gobernar, al guardián proteger y a los productores producir. Solamente así cada hombre será uno y no múltiple y el mismo Estado será uno.
 
 
El alma se escinde, según Platón, en tres partes: la racional, mediante la cual el ser humano razona y domina los impulsos, la concupiscible o principio de todos los impulsos corporales (apetitos y deseos) y la irascible, que es auxiliar del principio racional. Corresponden a estas partes las virtudes de la prudencia, la templanza y la fortaleza, respectivamente.
 
La inmortalidad del alma es una de las doctrinas paradigmáticas de Platón, junto con ella se encuentra la doctrina de la reminiscencia o anamnesis, en virtud de la cual conocer es recordar.


Las ideas no están contenidas en las cosas sensibles, que participan de ellas o las imitan. Por consiguiente, la percepción de las cosas sensibles no puede dárnoslas a conocer. Sin embargo, el alma humana ha morado en el mundo de las ideas y al unirse al cuerpo olvida estas últimas, pero al contemplar las cosas puede recordarlas. El conocimiento sensible no carece de valor, pues sirve de ocasión para el recuerdo.

En lo que al conocimiento se refiere, juzga que al ser le corresponde la ciencia, al no ser la ignorancia y al devenir que se encuentra entre ciencia e ignorancia la opinión. Opina que el camino hacia el conocimiento verdadero es un ascenso a la verdad, que resulta tan doloroso como la salida a la luz clara después de una prolongada oscuridad.

Concurren cuatro grados de conocimientos: los dos primeros tienen su razón de ser en el mundo sensible y entran dentro del ámbito gnoseológico de la opinión, son las suposiciones o conjeturas y las opiniones creídas pero no certificadas; los dos restantes tienen su razón de ser en el mundo inteligible y entran dentro del ámbito gnoseológico de la ciencia, son la inteligencia científica y la razón filosófica.
 
 
Platón considera que existen tres degeneraciones del Estado: la timocracia, la oligarquía y la democracia. Estima que el mejor gobierno ha de ser la aristocracia, el gobierno de hombres buenos y justos (no títulos heredados), los más inteligentes gracias al cultivo del razonamiento y de la música; y que el peor es la tiranía.

Platón persigue la definición de la virtud política, que resume todas las demás. Concibe que esta virtud no es solo obediencia a las leyes del Estado, sino que tiene su origen en el alma misma. La justicia es algo inherente al alma, una “salud espiritual”, la define como “la reglamentación de las relaciones mutuas entre individuos que cooperan de distintos modos dentro del Estado”.
 

Fuentes Calvo, Daniel (Derecho + Periodismo).

1 comentario:

  1. El gobierno de los mejores, demasiado hemos escuchado hablar de esto en las últimas semanas, sobre todo en las clases de "Estructura Social Contemporánea". Yo no puedo hacer más que recurrir a mis argumentos al respecto para discutir a Platón y a su "buena estructura de la polis":

    Si aceptáramos el hecho de que el filósofo es justo, y por eso puede dirigir; el militar es fuerte, y por eso puede defender; y el trabajador es constante, y por eso puede producir, ahora empero: ¿Y si el filósofo es justo, pero no constante; o el militar fuerte, pero no justo; y finalmente el productor constante, pero no fuerte? No puede haber un filósofo sin constancia pues sus acciones y decisiones serían del todo irregulares, lo que en ningún caso puede ser bueno para el gobierno; si un militar no es justo subjetiviza cada orden que le dan y decide si cumplirla o no, no por deber y moral, sino por deseo propio; y un productor sin fuerza, simplemente, por mucha constancia que tenga jamás podrá superar las barreras de lo físico para ir más allá de sus límites.

    No vale con tener un gobernador justo, un militar fuerte y un productor constante, cada persona tiene que cumplir con las tres virtudes que enorgullecen al "alma platónica", pues sin ellas sus funciones no pueden llevarse a cabo todo lo bien que sería posible. Y ahora empero: ¿No sería la persona que cumpliera con estas tres virtudes la persona perfecta? Es utópico pensar que siquiera es posible alcanzar la perfección en todo ello, mas aun si nos entregamos a tal utopía cabe decir que la "perfección" sobre lo dicho es relativa, depende de para cada cual. Es decir: ¿Es justo ser imparcial con toda la raza humana o ha de servir el nacionalismo o o la familia para dar mayor peso a la subjetividad y la parcialidad? Un ateniense en esparta, ¿Ha de ser igual de atendido que un espartano o debe tener limitaciones? Empero lo mismo pero invirtiendo los papeles. Las posturas al respecto de preguntas como estas pueden ser muy diversas: algunos dirán que, simplemente, todos somos seres humanos y que por lo tanto no debe haber diferencial alguno por nacionalidad. Punto y final, polvo fuimos y en polvo nos convertiremos (todos). Por otra parte, otros defenderán la cultura, las tradiciones, las creencias, la religión, las personalidades, etcétera, como un elemento diferenciador que impide la imparcialidad aun en la raza humana. Y ante esto yo pregunto: ¿Acaso decido yo donde voy a nacer y que tipo de cultura me va a influenciar y crear como ser humano? La respuesta es negativa. ¿Entonces qué tiene de justo que me excluyan de una sociedad a la que, supuestamente, me habría podido gustar pertenecer?

    Son muchas las preguntas que ofrece la filosofía, lo que hace su estudio poco práctico (útil) en cuanto a la aplicación a la vida real, al mundo que nos rodea, se refiere. Quizá por eso he empezado a interesarme por conocimientos más objetivos y que se puedan afirmar con algo más de consistencias que esas conjeturas filosóficas intangibles, metafóricas y difíciles de concretar. En cualquier caso, Platón y sus congéneres filósofos son sin duda personalidades interesantes a las que estudiar, con un soberbio poder de análisis, pensamiento y un conocimiento de su realidad más amplio de el que cualquiera de nosotros podamos aspirar.

    Aun recuerdo cuanto me aferré a esa teoría del mundo de las ideas y el mundo terrenal en su momento. Fue una época un tanto difusa, pero... interesante.

    Catalán Sebastiá, David - Derecho y Periodismo

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